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EL MECANISMO DE ANTICITERA: UNA COMPUTADORA ANTIGUA QUE PREDIJO EL COSMOS
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El mecanismo de Anticitera es uno de los objetos más fascinantes y misteriosos de la historia de la tecnología. Se trata de una computadora analógica o mecánica que fue capaz de predecir los movimientos de los astros, los eclipses y las fechas de los juegos olímpicos en la antigua Grecia.
Su complejidad y sofisticación no tienen parangón en ningún otro artefacto conocido de su época, y tuvieron que pasar más de mil años para que se volvieran a construir máquinas similares en Europa.
El mecanismo de Anticitera es un dispositivo compuesto por al menos 30 engranajes de bronce que se alojaban en una caja de madera de unos 34 x 18 x 9 centímetros. El mecanismo tenía dos caras, una frontal y una trasera, con diferentes indicadores y escalas.
La cara frontal mostraba el calendario solar y lunar, así como las fases de la Luna y las posiciones del Sol, la Luna y los cinco planetas conocidos entonces: Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno. La cara trasera mostraba un ciclo de cuatro años con las fechas de los principales juegos panhelénicos (Olímpicos, Píticos, Ístmicos y Nemeos) y otros dos juegos menores (Naa y Halieia). También mostraba un ciclo de 19 años llamado ciclo metónico, que servía para sincronizar el calendario lunar con el solar, y un ciclo de 223 meses lunares llamado ciclo saros, que servía para predecir los eclipses solares y lunares.
El funcionamiento del mecanismo se basaba en una manivela que se giraba para poner en marcha los engranajes, que a su vez movían las agujas e indicadores. De esta manera, el usuario podía consultar la información astronómica y calendárica para cualquier fecha pasada o futura dentro del rango del mecanismo. Se estima que el mecanismo podía cubrir un periodo de unos 500 años antes de necesitar un ajuste.
El mecanismo de Anticitera fue descubierto en 1900 por un grupo de buzos recolectores de esponjas que se refugiaron en la isla griega de Anticitera tras una tormenta. Allí encontraron los restos de un naufragio romano que había ocurrido entre los años 70 y 50 a.C., cuando los romanos empezaron a conquistar las colonias griegas del Mediterráneo. Entre las numerosas piezas recuperadas del barco, había estatuas, joyas, monedas y un extraño objeto de bronce corroído que no llamó mucho la atención en un principio.
Los hallazgos fueron enviados al Museo Arqueológico Nacional de Atenas, donde el arqueólogo Valerios Stais se encargó de examinarlos. Stais fue el primero en darse cuenta de que el objeto de bronce tenía algo especial: tenía marcas e inscripciones que sugerían que se trataba de un instrumento científico. Sin embargo, no pudo identificar su función ni su origen.
Durante las siguientes décadas, el mecanismo fue estudiado por varios investigadores que intentaron descifrar sus secretos. Entre ellos se destacan el físico inglés Derek J. de Solla Price, que empezó a estudiarlo en los años 50 y lo llamó “el primer ordenador del mundo”, y el físico nuclear griego Charalampos Karakalos, que junto con Price realizó las primeras imágenes con rayos X y rayos gamma del mecanismo en 1971. Estas imágenes revelaron la existencia de los engranajes y su complejidad.
Gracias a estos avances, el equipo logró descifrar gran parte de las inscripciones que había en el mecanismo, que resultaron ser instrucciones de uso y explicaciones de los fenómenos astronómicos que mostraba. También logró identificar la mayoría de los engranajes y sus funciones, así como reconstruir el aspecto original del mecanismo y su caja. Además, el equipo pudo datar el mecanismo con mayor precisión mediante el análisis de las posiciones planetarias que indicaba, llegando a la conclusión de que fue construido alrededor del año 200 a.C.
¿Qué se sabe hasta hoy del mecanismo de Anticitera?
A pesar de los grandes avances realizados por el equipo del AMRP, todavía quedan muchos misterios por resolver sobre el mecanismo de Anticitera. Por ejemplo, no se sabe con certeza quién lo construyó, dónde se fabricó, quién lo usó, para qué lo usó y cómo llegó al barco que lo transportaba. Tampoco se sabe si era un objeto único o si había más ejemplares similares.
En cuanto al lugar de fabricación, se han propuesto varias ciudades griegas como Atenas, Rodas, Corinto o Alejandría, basándose en indicios lingüísticos, históricos o geográficos. Sin embargo, ninguna de estas opciones ha sido verificada definitivamente.
Respecto al uso del mecanismo, se ha especulado con que tuviera fines científicos, educativos, religiosos o astrológicos. Algunos investigadores creen que el mecanismo servía para enseñar o aprender astronomía y matemáticas, mientras que otros piensan que servía para realizar predicciones o cálculos relacionados con los ciclos cósmicos y los rituales sagrados. También se ha sugerido que el mecanismo era una obra de arte o un juguete sofisticado.
El mecanismo de Anticitera es una prueba de la genialidad y la creatividad de los antiguos griegos, que fueron capaces de construir una máquina capaz de modelar el cosmos con una precisión y una complejidad asombrosas. El mecanismo es también un testimonio de la fragilidad y la pérdida del conocimiento humano, ya que representa una tecnología que se interrumpió y se olvidó durante más de mil años. El mecanismo es finalmente un desafío y una inspiración para la ciencia y la historia, que siguen intentando desvelar sus secretos y su significado. El mecanismo de Anticitera es, en definitiva, una maravilla del mundo antiguo que nos sigue maravillando hoy.
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