IMPERIO PERSA: HISTORIA, EXPANSIÓN E IMPACTO EN LA CIVILIZACIÓN MUNDIAL
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Dinastía Aqueménida |
La fundación del Imperio Persa
El Imperio Persa se originó a partir de la unión de dos pueblos indoeuropeos que habitaban en el suroeste de Asia: los medos y los persas. Estos pueblos compartían un origen común, una lengua similar y una religión basada en el culto al dios Ahura Mazda. Los medos se habían establecido en el norte de Persia, mientras que los persas se habían asentado en el sur.
Los medos fueron los primeros en formar un reino independiente, bajo el liderazgo de Deioces, hacia el siglo VIII a.C. Los persas eran inicialmente vasallos de los medos, pero se rebelaron contra ellos con la ayuda de los babilonios, que también querían liberarse del dominio medo. El líder de la rebelión persa fue Ciro II el Grande, que pertenecía a la dinastía aqueménida.
Ciro II el Grande derrotó al rey medo Astiages en el año 550 a.C., y se proclamó rey de Media y Persia. A partir de entonces, inició una serie de conquistas que le llevaron a crear el mayor imperio que se había visto hasta entonces. Ciro II el Grande sometió a los lidios, que dominaban el oeste de Anatolia; a los babilonios, que controlaban Mesopotamia; y a los egipcios, que gobernaban el valle del Nilo. También extendió su influencia sobre las regiones de Armenia, Capadocia, Frigia y Jonia.
Ciro II el Grande fue un gobernante tolerante y magnánimo, que respetó las costumbres, las leyes y las religiones de los pueblos conquistados. Permitió a los judíos volver a su tierra después del exilio babilónico, y les ayudó a reconstruir su templo en Jerusalén. También promovió la construcción de obras públicas, como carreteras, canales y palacios. Murió en el año 530 a.C., durante una campaña militar contra los nómadas escitas.
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Ciro II "el Grande" |
El Imperio Persa continuó su expansión bajo los sucesores de Ciro II el Grande: Cambises II, Darío I y Jerjes I. Estos reyes pertenecían también a la dinastía aqueménida, y se consideraban descendientes del legendario héroe persa Aquemenes.
Cambises II fue el hijo y heredero de Ciro II el Grande. Reinó entre el 530 y el 522 a.C., y completó la conquista de Egipto, que había iniciado su padre. También intentó invadir Etiopía y Libia, pero fracasó en sus expediciones. Murió en circunstancias misteriosas durante su regreso a Persia.
Darío I fue el primo y sucesor de Cambises II. Reinó entre el 522 y el 486 a.C., y consolidó el Imperio Persa como una gran potencia mundial. Organizó el imperio en veinte provincias o satrapías, gobernadas por sátrapas o virreyes leales al rey. Estableció un sistema de impuestos, un código de leyes y una moneda común, el dárico de oro. También construyó una red de comunicaciones, que incluía el famoso Camino Real, que unía Susa con Sardes. Además, impulsó el desarrollo de la cultura, el arte y la religión persas. Fundó la ciudad de Persépolis, donde erigió un majestuoso palacio y un centro ceremonial. Apoyó la difusión del zoroastrismo, la religión fundada por el profeta Zaratustra, que se basaba en la adoración del dios Ahura Mazda y en la lucha contra el mal representado por Ahrimán.
Darío I también emprendió varias campañas militares para ampliar las fronteras del imperio. Conquistó las regiones de Tracia, Macedonia y Escitia, en el norte de Grecia. También intentó someter a las ciudades griegas de Asia Menor, que se habían rebelado contra el dominio persa con el apoyo de Atenas. Esto provocó el inicio de las guerras médicas, que enfrentaron a los persas con los griegos durante medio siglo.
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Darío I |
La decadencia del Imperio Persa
El Imperio Persa entró en una fase de decadencia tras la muerte de Jerjes I. Los reyes aqueménidas que le sucedieron fueron Artajerjes I, Jerjes II, Darío II, Artajerjes II, Artajerjes III y Darío III. Estos reyes tuvieron que hacer frente a numerosos problemas internos y externos, que debilitaron su autoridad y su prestigio.
Entre los problemas internos, destacan las intrigas palaciegas, las rebeliones de los sátrapas y los pueblos sometidos, y la corrupción y la decadencia moral de la corte. Entre los problemas externos, destacan las guerras contra los griegos, que continuaron hasta el siglo IV a.C., y que acabaron con la independencia de las ciudades griegas de Asia Menor; las invasiones de los nómadas escitas y cimerios, que amenazaron las fronteras norteñas del imperio; y la aparición de un nuevo rival en Oriente: Macedonia.
El Imperio Persa fue finalmente conquistado por Alejandro Magno, el rey de Macedonia, que había heredado el sueño de su padre Filipo II de unificar Grecia bajo su mando y vengarse de los persas por sus antiguas agresiones. Alejandro Magno inició su campaña contra Persia en el año 334 a.C., con un ejército formado por macedonios y griegos. Derrotó al rey Darío III en las batallas de Gránico, Isos y Gaugamela, y entró triunfalmente en las ciudades persas de Babilonia, Susa y Persépolis. En el año 330 a.C., Darío III fue asesinado por uno de sus generales, y Alejandro Magno se proclamó rey de Asia.
Jerjes I |
La caída del Imperio Persa supuso el fin de una época gloriosa para la civilización persa. Sin embargo, su legado no se perdió del todo. Los sucesores de Alejandro Magno, los llamados diádocos, se repartieron su imperio en varios reinos, entre los que se encontraba el reino seléucida, que gobernó sobre las antiguas tierras persas. Los seléucidas intentaron mantener la unidad y la cultura del imperio persa, pero tuvieron que enfrentarse a las rebeliones de los pueblos sometidos, como los partos, los bactrianos o los judíos. Los partos fueron los que lograron crear un nuevo imperio persa, el Imperio Parto, que duró desde el siglo III a.C. hasta el siglo III d.C., y que rivalizó con Roma por el control de Oriente.
El Imperio Parto fue sucedido por el Imperio Sasánida, que se fundó en el siglo III d.C., y que restauró la gloria y la identidad del antiguo Imperio Persa. Los sasánidas adoptaron el zoroastrismo como religión oficial, y promovieron el arte, la literatura y la ciencia persas. Los sasánidas también tuvieron que luchar contra los romanos y los bizantinos por el dominio de Oriente, hasta que fueron derrotados por los árabes musulmanes en el siglo VII d.C.
La conquista árabe supuso el fin del Imperio Sasánida y el inicio de una nueva etapa para la historia de Persia. Los árabes impusieron su lengua, su religión y su cultura a los persas, pero también se vieron influidos por ellos. Los persas conservaron parte de su identidad y de su legado, y contribuyeron al desarrollo de la civilización islámica. Persia resurgió como una potencia regional bajo el gobierno de diversas dinastías, como los samánidas, los buwaihíes, los selyúcidas, los mongoles, los safávidas, los kayar o los pahlavíes.
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Darío III |
El Imperio Persa, pues, es una parte esencial de nuestra historia común, que nos ayuda a comprender mejor el origen y la evolución de nuestra civilización. El Imperio Persa, por tanto, merece ser estudiada, conocida y valorada. El Imperio Persa es una realidad viva en nuestra memoria.
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